Desde los Movimientos de Renovación Pedagógica queremos mostrar nuestro apoyo a la CEAPA en la inciativa de abrir el debate en torno a los deberes y a favor de un modelo educativo que respete mucho más el tiempo de la infancia y las familias.
Es un momento de reflexión educativa que ayudará a los docentes en la formación y búsqueda de nuevas metodologías buscando siempre lo mejor para la infancia y en defensa de la escuela pública.
¿Deberes, si o no? Comunicado de los Movimientos de Renovación Pedagógica de Madrid
¿Deberes, si o no? Es un debate cuya respuesta no puede reducirse a blanco o negro.
Los deberes se han convertido en un tema de gran controversia y actualidad en muchos
centros educativos y han provocado “alarma” social debido a la sobrecarga de los niños
y niñas cuando llegan a casa.
En muchas ocasiones las tareas escolares provocan desigualdades sociales, ya que hay
familias que pueden ayudar a sus hijos e hijas en las tareas o incluso pagar clases
particulares y otras no. Otras veces provocan enfados entre padres e hijos, tensiones que
desestabilizan el equilibrio familiar.
Si el objetivo docente es crear hábitos de trabajo en un tiempo y espacio que no puede
controlar sería imprescindible contar con la opinión familiar y valorar, en cada contexto,
si un trabajo colaborativo en este sentido es posible por múltiples razones,
fundamentalmente las condiciones y posibilidades familiares.
Pero cuál es, con frecuencia, el sustrato real: repasar y reforzar o incluso hacer lo que no
ha dado tiempo en la escuela.
Respecto a lo primero supone una desventaja pues implicaría tiempo extra para revisar
individualmente con el alumno o alumna, si es que pretendemos que sea eficaz, lo que
con la actual ratio y organización escolar es inviable. Lo segundo resulta sencillamente
aberrante pues se convierte en una herramienta para la competición y la segregación
entre quienes disponen de los medios para convertir la casa en una escuela (tiempo y
conocimientos o dinero) y quienes no. Todo ello sin contar con la opinión de quienes
han de gestionarlo, las familias. Los currículos irracionales e interminables y su
compartimentación en múltiples materias son en buena parte responsables de la escalada
de los deberes. Fundamentalmente alimentados por la exigencia de pruebas externas
patrocinadas por organismos económico como la OCDE, obedecen a una manifestación,
entre otras, de un sistema educativo basado en el autoritarismo y la disciplina, cuyo fin
no es el aprendizaje sino mantener una educación mercantilista y segregadora.
Además, la actual inflacción y formato de deberes no tiene en cuenta para nada a
quienes supuestamente habrían de beneficiar: al alumnado.
En primer lugar porque a los adultos se nos ha olvidado que los niños y las niñas tienen
derecho a jugar, al ocio, e incluso al trabajo creativo; es básico para el desarrollo de
todas sus potencialidades y un principio que recogen la Convención de los Derechos del
Niño y la mayoría de nuestras leyes educativas. No se les puede regular todo, no
funcionan como los adultos y necesitan tiempo. Tiempo para disfrutar jugando, tiempo
para pensar, en definitiva tiempo para ser libres. No hay que obviar que actualmente la
jornada de muchos niños y niñas comienza a las ocho de la mañana y llegan a casa
pasadas las siete de la tarde para enfrentarse a la ardua tarea de los deberes. Esto,
lógicamente, provoca además que, al anular o limitar extraordinariamente el poco
tiempo libre disponible, pierdan el interés en las materias y aumenten su fatiga física y
emocional. Y es que un deber es la garantía de un derecho y no la represión del mismo.
Los deberes que la escuela impone reprimen el derecho de niñas y niños a crecer y
convivir, de forma saludable en entornos familiares, sociales y ambientales. ¿Quién
tiene entonces el deber de garantizar este derecho?
En segundo lugar porque, tal como se producen, ignoran la existencia de diferentes tipos
de capacidades y la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner. Los deberes
escolares, como continuidad de la apuesta academicista del centro, contemplan solo
unas determinadas capacidades clásicamente valoradas, como la lengua, las
matemáticas y el inglés, olvidando y excluyendo otras como la música y la educación
artística y reforzando así desigualdades entre el alumnado que podría desplegar esos
otros tipos de inteligencias.
Existe otra controversia infundada de un pensamiento tradicionalista que considera que
el esfuerzo ha de ir acompañado de dedicarle horas y horas a las tareas escolares.
“Cuantas más cantidades de ejercicios hagas más aprenderás, mejores notas académicas
sacarás y mejor trabajo tendrás en el futuro”. Una falacia pues se trata de una cuestión
de calidad y no de cantidad. Hacer los ejercicios no determina que el niño o la niña se
esté esforzando. Entonces ¿esfuerzo es sinónimo de deberes? Existen otros mecanismos
para consolidar lo aprendido en clase el día anterior.
Entendemos que el tema requiere una profunda reflexión que va más allá de la
conciliación familiar entre escuela y horario laboral. Es contra el sistema imperante
contra el que tenemos que unirnos y favorecer espacios de diálogo, de escucha, conocer
y participar en el proyecto educativo de las escuelas, el que ha de incorporar ese derecho
de las familias y sus posibilidades de acompañamiento en cada contexto.
El trabajo en casa ha de ser producto del acuerdo escuela-familia, que cuente también
con el alumnado. Debe funcionar como un enriquecimiento deseado fuera del aula,
como un impulso y motivación que ayude a niños y niñas a despertar su curiosidad por
aprender, siempre con propuestas realizables de manera autónoma, que puedan espolear
el placer de investigar preguntando, analizando, reflexionando, creando, imaginando,
leyendo con iniciativa; aprendizajes significativos que les llevará al verdadero
desarrollo de sus potencialidades. Las familias, los maestros y maestras tienen que
saber crear este deseo por aprender.
Este debate, en algunos contextos, se está desvirtuando y en lugar de ser una discusión
enriquecedora que nos lleve a la reflexión y al consenso, se está convirtiendo en un
arma para separar a familias, alumnado y docentes por diferentes motivos
(sensibilidades heridas, falta de escucha,…). Vivimos un momento en el que la
comunidad educativa debe estar más unida que nunca y debemos luchar juntos por la
escuela pública que queremos.
Como dice AlfieKohn es su libro El mito de los deberes, “Queremos niños completos,
que se desarrollen social, física y artísticamente, y que tengan también tiempo para
relajarse y ser niños”.